Los viejecitos de la cueva


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Iban unos caminantes por un camino cuando se echó a llover cada vez más fuerte; apretaron el paso y empezaron a mirar a un lado y a otro a ver si veían algún sitio donde pudieran cobijarse. Por fin vieron una cueva que estaba en un monte, cerca del camino y allí se metieron y se encontraron un viejecito muy viejecito, con la barba muy blanca y larga, que daba lástima verle, porque el pobrecito estaba llorando.

--¿Por qué llora usted? -le dijeron-. ¿Tiene usted frío?

--No, señor.

--¿Tiene usté hambre?

--No, señor.

--¿Está usted enfermo ?

--No, señor.

--¿Se le ha muerto algún nieto o alguna persona de su familia?

--No, señor.

--Pues, ¿qué le pasa a usted, ancianito, qué le pasa a usted?

--¿Qué me ha de pa... pasar? ¡Que me ha pe... gao... mi pa... padre!

--¡Pero, hombre! ¿Y tiene usté padre todavía?

--Sí, señor.

--¿Y por qué le ha pegao a usted?

--Por nada. Po... porque ha querido.

--¿Y dónde está su padre de usted?

--Allá adentro.

--¿Se puede entrar a verle?

--Sí, señor; pa... pasen ustedes.

Pues, señor, entran en una galería de aquella cueva y llegan a una salita, donde estaba el padre del niño llorón. Figúrate tú cómo sería de viejecito: tenía toda la cara del mismo color de la tierra; ya no tenía dientes, colmillos ni muelas en su boca; la barbilla se le juntaba con la nariz; en fin, que sólo viéndolo no se podía creer que hubiera en el mundo un viejecito tan viejecito como el viejecito que estaban viendo.

Le saludaron cariñosamente, le hicieron mil preguntas, y a todo contestaba el ancianito, no con aspereza, pero sí con algo de autoridad y de mal genio. Por fin se atrevieron a decirle que su hijo estaba llorando a lágrima viva a la entrada de la cueva, que tuviera compasión de él, ya que era tan viejecito, y que lo llamara, que tendría frío.

--Que pena, que pena y que no sea malo..

--Pero, hombre de Dios, ¿qué malo ha de ser a su edad, si ya habrá cumplido no.. venta años ?

--Ya hace años que los cumplió, ya; pero es muy malo.

--Pero si dice que llora porque usted le ha pegado.

--El loco por la pena es cuerdo; que no sea tan malo.

--Pero, ¿se puede saber lo que ha hecho?

--Sí es muy malo señores, sí es muy malo. ¡Y esos vicios se los he de quitar yo a garrotazos!

--Pero, ¿es posible? ¿Tan malo es? Pues ¿qué ha hecho, diga usted, qué ha hecho?

--¡¡Perderle el respeto a su abuelo!!

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Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.

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